Proyecto Perpetuando la Red LAC.
Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevistada: Margarida Maria de Souza Pinheiro.
Entrevistadora: Maria Nazaré de Souza (Rede LAC).
Lugar de la entrevista: Brasil.
Fecha de la entrevista: Enero, 2007.
Transcripción: Fabio Cutolo Silveira.
Traducción: Naila Freitas / Verso Traductores.
Para empezar, ¿cuál es tu nombre completo?
Margarida – Margarida Maria de Souza Pinheiro.
Margarida, ¿qué sabes sobre el origen de tus padres? ¿De tu origen?
Margarida – Mis padres, principalmente mi mamá, tuvieron un origen campesino, a pesar de que vivían en una ciudad pequeña, en un distrito dentro del Sertão Central, del semiárido de Ceará. A mi padre no lo conocí, porque él falleció a los 41 años de edad, cuando yo tenía dos años. Él era alcohólico y eso lo mató. Mi madre se quedó viuda, embarazada y con otros cinco hijos para criar y sobrevivir. Pero su principal origen era campesino. En cuanto a la raza, mi mamá era blanca y mi padre mulato, creo que una mezcla de negro con indio.
En ese tiempo, ¿cómo era la vida en el semiárido? ¿Era muy difícil?
Margarida – En mi infancia, yo no identificaba ese problema de sequía. Vivíamos en una ciudad pequeña, pero recuerdo que veía a las mujeres rezando en la iglesia para San José, pidiendo que lloviera. Después entendí que era porque frecuentemente había sequía y la situación de las familias, que ya era difícil, se agravaba. Pero si llovía bastante y el embalse transbordaba, era una fiesta. Además, en las casas había un caño que se llamaba “boca de jacaré”, (un caño con forma de boca de cocodrilo, por donde caía el agua de la lluvia que corría desde el tejado) y los niños hacían fiesta bañándose en la boca de jacaré. Era un periodo de fertilidad, porque si llovía, se tenía la esperanza de una buena producción y así se tendría mejor alimentación, además de la garantía de una reserva de alimentos. Mi madre...
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Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevistada: Margarida Maria de Souza Pinheiro.
Entrevistadora: Maria Nazaré de Souza (Rede LAC).
Lugar de la entrevista: Brasil.
Fecha de la entrevista: Enero, 2007.
Transcripción: Fabio Cutolo Silveira.
Traducción: Naila Freitas / Verso Traductores.
Para empezar, ¿cuál es tu nombre completo?
Margarida – Margarida Maria de Souza Pinheiro.
Margarida, ¿qué sabes sobre el origen de tus padres? ¿De tu origen?
Margarida – Mis padres, principalmente mi mamá, tuvieron un origen campesino, a pesar de que vivían en una ciudad pequeña, en un distrito dentro del Sertão Central, del semiárido de Ceará. A mi padre no lo conocí, porque él falleció a los 41 años de edad, cuando yo tenía dos años. Él era alcohólico y eso lo mató. Mi madre se quedó viuda, embarazada y con otros cinco hijos para criar y sobrevivir. Pero su principal origen era campesino. En cuanto a la raza, mi mamá era blanca y mi padre mulato, creo que una mezcla de negro con indio.
En ese tiempo, ¿cómo era la vida en el semiárido? ¿Era muy difícil?
Margarida – En mi infancia, yo no identificaba ese problema de sequía. Vivíamos en una ciudad pequeña, pero recuerdo que veía a las mujeres rezando en la iglesia para San José, pidiendo que lloviera. Después entendí que era porque frecuentemente había sequía y la situación de las familias, que ya era difícil, se agravaba. Pero si llovía bastante y el embalse transbordaba, era una fiesta. Además, en las casas había un caño que se llamaba “boca de jacaré”, (un caño con forma de boca de cocodrilo, por donde caía el agua de la lluvia que corría desde el tejado) y los niños hacían fiesta bañándose en la boca de jacaré. Era un periodo de fertilidad, porque si llovía, se tenía la esperanza de una buena producción y así se tendría mejor alimentación, además de la garantía de una reserva de alimentos. Mi madre plantaba en el patio de la casa (que era grande) frijol, algodón y maíz, ajonjolí, calabaza, sandía o melón de agua y, principalmente, maíz para palomitas, con el que después ella hacía harina de maíz (una harina de palomitas y también de ajonjolí, con lo que completaba nuestra alimentación). Ella criaba gallinas, patos, pavos... Criaba aves y animales domésticos: cabras, chanchos... esas cosas, que hacía una mujer valiente como mi madre. Siempre habían huevos, leche, carne y otros productos e incluso frutas de la época, que aseguraban la alimentación de la familia.
Y en la cuestión de la cultura, ¿cómo eran las fiestas de tu localidad en ese periodo? ¿Cómo se daban?
Margarida – En ese aspecto, las fiestas que más llamaban la atención eran las fiestas religiosas. El día del santo patrono. San Antonio, en mi caso. Se juntaba todo el mundo de los alrededores en la localidad, en la sede del distrito. La gente que venía de la zona rural a caballo porque no había transporte en ese tiempo: estaba el jip, el camión, pero a mayoría de la gente venía a caballo o, incluso, a pie. Eran las grandes fiestas, con los parques de diversión infantiles, en los que nosotros jugábamos, nos divertíamos, en el carrusel, en las barracas de adivinanzas, de la pesca, etc. Las quermeses, la fiesta del partido azul y del partido rojo (rojo, es el color rojo escarlata). Eran esas las cosas que habían cuando yo era niña, las que yo recuerdo. Ah, hubo la "cruzadita" – en la que yo participé – que era un movimiento que se llamaba "Cruzada de los Niños" y que era anticomunista, y yo no sabía ni lo que era eso. Sólo vine a saberlo años después, ya adulta, a través de lecturas y conversas con otras personas de mi generación que participaban en movimientos sociales. Mi familia era muy religiosa, católica fervorosa y nosotros teníamos que seguir aquello que la familia creía, que la madre orientaba. Me acuerdo, también, de las cantatas, de los cantadores, de los desafíos de improvisadores, que reunían mucha gente. De la banda de música tocando en la alborada a la entrada de la iglesia, al amanecer y a la noche, en el coro de la placita, donde niños y jóvenes se juntaban para jugar y enamorar, hacer la corte y mirar las cosas expuestas para la venda en pequeños puestos – collares, bombones, y los caramelos caseros metidos en una tabla sujeta por un palo.
Continuando, ¿cómo fue tu juventud?
Margarida – Yo soy emigrante. Mi madre vino para la ciudad grande cuando yo era adolescente, niña, tenía entre 12 y 13 años. Pasé un tiempo en Natal, con una prima de mi mamá y después, cuando volví a Fortaleza, fui a buscar trabajo. Cuando empecé a trabajar en el comercio tenía entre 14 y 15 años de edad y estudiaba en la noche. Pero eso no impedía que yo me divirtiera. Yo iba a todas las fiestas, bailaba bastante. Yo era una bailadora. Si había una tertulia, yo no me la perdía, participaba, bailaba bastante. (“Tertulia” era una fiesta, un baile, que se hacía el domingo, al comienzo de la noche. En ese tiempo nosotros le decíamos así. La “vesperal” empezaba el domingo en la tarde). Yo, mis amigas y amigos, los jóvenes del barrio, también hacíamos picnic fuera de la ciudad o en la playa. Era una de las maneras que teníamos de divertirnos sin gastar mucho dinero, incluso porque no teníamos.
Después, yo entré al movimiento de la Acción Católica, en la JOC - Juventud Obrera Católica. Y esa fue mi escuela de vida. Fue allí que yo aprendí, fue donde yo empecé a ver el mundo de una forma diferente. O sea, un mundo injusto, donde la clase trabajadora pasaba hambre, no tenía trabajo. Fue también donde aprendí otra cultura religiosa, más solidaria y basada en la realidad.
Yo tuve que trabajar muy temprano para ayudar a mantener una familia. Con 15 años yo trabajaba por un sueldo mínimo, para mantener a la familia, o ayudar en su manutención, en los gastos de la casa. Porque no había empleo para mi hermana, mi hermano emigró también, para São Paulo, el otro había desaparecido, es decir, él se fue a la Marina y después, cuando tuvo baja, ya no volvió a dar noticias. Sólo volvimos saber de él unos 20 años después. Mi madre trabajaba mucho como costurera y yo la ayudaba, claro. Mi sueldo no era el único, pero aseguraba, todos los meses, los gastos de la familia. De todas maneras, a pesar de todas las dificultades, yo era muy feliz.
Terminé mis estudios de secundaria con mucha dificultad. En general, pasaba el fin de semana estudiando, porque no tenía tiempo para estudiar durante la semana, porque trabajaba durante el día y estudiaba por la noche y tenía que dar abasto con los estudios, porque yo era una alumna exigente y sabía que para vencer en la vida tenía que estudiar. Yo siempre fui muy exigente conmigo misma, ¿sabes? En todo yo tenía que ser perfecta, por la rigidez de la educación familiar, de mi mamá, que nos daba palizas con una palmatoria, para que fuera buenita, porque mi madre era muy exigente. Era una mujer que leía, escribía bien, a pesar de haber nacido a principios del siglo pasado, siglo XX, y de la discriminación sobre la mujer (mujer no necesitaba saber leer). Mi madre es de 1903, pero ella tenía una buena lectura, buena caligrafía, leía bastante. Entonces, ella exigía que los hijos se educaran, que aprendiesen a leer y a escribir bien, a respetar a las personas. Ella quería dar a los hijos una buena educación, la educación formal. Al mismo tiempo, en la educación era dominadora, represora.
Y en la JOC yo aprendí muchas cosas que la escuela no enseña. Encontré grandes compañeros, compañeras, que después, en los años 60, durante la dictadura, fueron detenidos, torturados, exilados por defender los derechos de la clase trabajadora.
Yo me casé en 1966 y, después de casada, yo hice prueba para entrar a la universidad, a Servicio Social. Aprobé y terminé el curso en el 70.(durante el curso, tuve dos hijos). Poco después, en seguida, presté concurso, me conseguí un trabajo con estabilidad, en el servicio público. Yo ya era comprometida políticamente. La JOC me ayudó a empezar a participar en el movimiento social y político.
Ya había pasado mi fase de juventud y nunca me había afiliado a un partido político, hasta que surgió el Partido de los Trabajadores (PT). Y fue a la partir de ese movimiento, en la segunda mitad de los años 70, que yo y mi marido, que es abogado, fuimos invitados a darle asesoraría a las Comunidades Eclesiásticas de Base/CEBs de una parroquia del interior del Ceará. Y allá íbamos nosotros: yo, él y los tres hijos, en los fines de semana, (ya eran tres) en un Volkswagen escarabajo, para hacer el acompañamiento de las comunidades en la región del Maciço de Baturité. Yo era funcionaria pública, de la Seguridad Social y los fines de semana yo viajaba para contribuir. Ese trabajo de asesoría a los agricultores creció y fueron surgiendo demandas de varios municipios y regiones. La organización de trabajadores y la lucha por la tierra también se fortalecieron. Así, de la sierra bajamos para el Sertão Central y, poco después, a la región del litoral donde estamos hasta hoy con ese trabajo junto a familias rurales.
Con relación a la cuestión de las mujeres, en ese movimiento de lucha por la tierra en los años 70, los abogados eran las personas más importantes. Yo era la asistente social que contribuía en la discusión sobre la organización social y lo registraba todo. Y yo observaba que, en las reuniones, las mujeres no participaban de las discusiones. Ellas cuidaban a las personas, servían el café, pero no participaban de las discusiones, a pesar de que tenían interés, porque ellas se quedaban espiando detrás de las puertas. Yo me quedé observando durante mucho tiempo ese comportamiento de las mujeres, y empecé a leer libros al respecto de la cuestión femenina, me fui interesando y empecé a conversar con algunas mujeres, porque yo quería hacer algo y no sabía cómo, ni por donde empezar. En ese sentido, yo le escribí una carta a Inês Bassanezi, que trabajaba con mujeres rurales de Brejo Paraibano, en una Diocesis de Paraíba, preguntándole cómo nosotros podíamos hacer un trabajo con las mujeres rurales, porque yo no tenía ninguna experiencia. Y ella se rió de mí. Pero fue a partir de esa carta que nosotros creamos una relación con Paraíba y, después, con Pernambuco, en una primera reunión que tuvimos en João Pessoa, a la que tú fuiste y otras compañeras de aquí de Ceará también. Creo que fue en 1986.
Exactamente, en 1986...
Margarida – Nosotros fuimos a la primera reunión cuando yo conocí personalmente a Inês y también conocí a Vanete, que acababa de llegar de Nicaragua. Hicimos la primera reunión y empezó esa articulación con mujeres rurales del Nordeste ya que nosotros trabajábamos en el campo.
Olvidé decir una cosa importante, que fue la creación del CETRA a partir de ese trabajo en la región de Baturité, en Aratuba, con los abogados. Pasaron por aquí más de 30 abogados, a partir de la pasantía de estudiantes de Derecho. Nosotros ya no teníamos estructura para acompañar / atender las demandas y entonces creamos el Centro de Estudio del Trabajo y de Asesoría al Trabajador - CETRA. El trabajo comenzó en 1977 y el CETRA fue creado en 1981. Y era también a través de ese trabajo en el campo que yo observaba la condición de las mujeres. El CETRA apoyó el trabajo con las mujeres y nosotros creamos el “Programa de Apoyo a la Organización de Mujeres Trabajadoras Rurales”, que después, según los planes, cambió de nombre. Y hoy trabajamos a través de ejes temáticos y el eje que abarca a las mujeres es Género y Ciudadanía..
Tú hablaste sobre el CETRA y me dio una curiosidad de saber mejor. Cuando acompañabas los viajes al interior, ¿era muy difícil? ¿Cómo era? ¿Hubo presión patronal? ¿A vida de ustedes se puso difícil?
Margarida – La verdad, ese trabajo, fue muy difícil, duro, pero fue también muy compensador. Al principio nosotros teníamos un “escarabajo” y colocábamos a los tres niños en el “escarabajo” y viajábamos por los municipios, para Aratuba, Baturité, Quixadá, y por las comunidades. Para donde se podía viajar en un autito escarabajo, porque no teníamos infraestructura, no había transporte, era un trabajo prácticamente voluntario. En la región de Itapipoca era más complicado, porque la región necesitaba de un vehículo con tracción. Entonces, se andaba en camión, en tractor. Pero en 1984, con el apoyo de Don Paulo Ponte (entonces obispo diocesano de Itapipoca) que creyó mucho en ese trabajo, nosotros nos conseguimos un vehículo utilitario Toyota Bandeirante. Todavía tenemos uno, que es bastante útil y llega donde un auto de paseo no logra llegar. Don Paulo también creó una comisión específica, la Comisión de Apoyo a la Pastoral de la Tierra/CAPT y actuábamos en colaboración. En 1991, el DED nos hizo la donación de otro vehículo usado de la misma marca, que todavía se está usando. Y nosotros llegamos a las comunidades que tienen dificultad de acceso, como la sierra, que la carretera es mala, y la playa, donde hay mucha arena y un auto pequeño no llega.
Fue todo muy difícil. Las dificultades prácticas las lográbamos resolver. Además, hubo mucho enfrentamiento de la violencia contra los trabajadores, presión contra religiosos y abogados. Recién celebramos los 25 años del CETRA y homenajeamos a un agricultor que fue asesinado junto con dos de sus hijos. Dimos su nombre a una Medalla con la cual el CETRA agració personas y entidades - la Medalla Manuel Veríssimo. Además de él y sus hijos, en ese tiempo, Benedito Tonho, en la región de Sobral, el compañero João, en Lagoa do Mineiro, en Vale do Acaraú y muchos otros trabajadores, abogados, religiosos, fueron asesinados.
Las mujeres tuvieron un papel importantísimo en ese proceso. Primero, porque ellas iban al frente en la lucha, porque había un precepto de que la policía no agredía a mujeres y niños. Y los hombres se quedaban en la retaguardia. Ellas estaban siempre en la vanguardia, porque querían cuidar a sus maridos, a sus hijos, a sus hermanos que estaban en la lucha. Fue una lucha muy penosa. El CETRA era la única entidad que en aquella época trabajaba por la defensa de los derechos de los trabajadores, apoyando la lucha por la tierra, dando asistencia jurídica. Después, vino la Pastoral de la Tierra y, más tarde, llegó acá el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Esa lucha no fue fácil, fue bastante difícil, tanto para los trabajadores como para los que apoyaban, para los abogados, para Pinheiro, que también arriesgó su vida, (Pinheiro era mi marido). Y yo estuve en todo ese proceso, apoyándolo a él y a los otros abogados y registrando los acontecimientos, elaborando informes.
Mi papel era muy así: discutir la cuestión social con los trabajadores y hacer el registro de esos procesos, de la organización política y social de los agricultores y de las agricultoras. Fue de ahí que me nació el interés de hacer un trabajo con las mujeres. Y ese trabajo con las mujeres fue hecho en la región de Itapipoca, porque ya había un trabajo con las esposas de los liderazgos de un movimiento de la Iglesia católica. Y después nosotros conseguimos que en ese trabajo, de esa articulación, participaran mujeres de cualquier estado civil, que no fuera solamente con esposas.
Todavía sobre el trabajo con las mujeres, tú empezaste un trabajo muy importante antes de la relación de la cuestión de género, en que comienzas a llamar a las mujeres a reunión. ¿Cómo ves hoy, después de tu lucha e historia, el compromiso con relación a la cuestión de género en la zona rural?
Margarida – Para mí, existe una diferencia entre tener una política específica para las mujeres y trabajar sólo la cuestión de género. Porque hay una tendencia a que el género sea una cuestión transversal, que permea los otros programas, ejes y lineas de acción. Y para mí, tenemos que continuar haciendo un trabajo específico y directo con las mujeres. Porque las mujeres, nosotras mujeres, todavía no hemos superado todos nuestros miedos, nuestras vergüenzas, nuestros temores, ¿sabes?, nuestra inseguridad. Además, el machismo y el patriarcado todavía tienen presencia muy fuerte en la zona rural, más allá de la violencia contra la mujer. Sólo en Ceará, este año, hasta noviembre, fueron asesinadas 122 mujeres, 60% en el interior de Ceará.
Hay otras cuestiones, como a salud de la mujer, los documentos... hay mujeres que ni siquiera existen; la cuestión de la sexualidad, de la salud reproductiva. No puede ser tratada sólo como una relación de género. ¿Y el empoderamiento de la mujer? El poder de la mujer, la independencia, la autonomía financiera, también, porque ella va a construir sus procesos organizativos, de autonomía financiera, a través de la generación de renta, de la comercialización. Las mujeres siempre trabajaron, generaron renta y reprodujeron generadores de renta para el sistema, para el capitalismo. Los hijos, los maridos, fueron cuidados por ellas, pero ellas nunca tuvieron la renta en sus manos, el dinero, el producto de su trabajo.
Y sigue siendo igual: ella trabaja en el campo, trabaja en la casa, cuida a los hijos, participa del proceso de producción, pero nunca fue remunerada por eso. Nadie quiere colocar el hombre o la mujer, el uno contra el otro, nosotros queremos que los dos crezcan juntos, que haya igualdad en la diferencia, que sean felices. Y la mujer a veces ni siquiera tiene conciencia, claridad de que ella tiene mucho más para ofrecerle a la comunidad, para conquistar y ser feliz. Decir que hay que trabajar la cuestión de género porque el hombre también tiene derecho a saber las cosas es un cuestionamiento masculino. Todas las personas tienen derecho a la ciudadanía. Claro que es importante reflejar las relaciones de género, pero sin olvidar el trabajar la especificidad de la mujer. Yo seguí todo ese proceso de organización y no había líderes femeninas. Ellas sólo se destacaron a partir del trabajo especifico.
Frente a todo tu trabajo, y como nosotros estamos haciendo esta entrevista para el Proyecto de la Red de Mujeres Rurales de la América Latina y Caribe, la Red LAC, yo quería saber sobre tu entrada a la Red LAC, ¿cómo se dio?
Margarida – Yo creo que en esa cuestión de la Red LAC fue un proceso natural, porque la Red LAC surgió del Movimiento de Mujeres Trabajadoras Rurales (MMTR), que comenzó a mediados de los años 1980. Como nosotros ya estábamos adentro, fue una cosa tan natural, tan espontánea que yo no puedo decir cómo fue que eso se dio. Yo considero que la Red es el resultado de esa organización de las trabajadoras rurales y yo ya estaba dentro, con ustedes. Porque cuando Vanete volvió de ese encuentro feminista en Argentina y colocó el cuadro, ahí mismo nosotros asumimos el compromiso de articular a las trabajadoras de otros estados, de otros países, para crear la Red. Yo me siento presente desde ese momento.
Esa primera discusión fue en 1991 y desde entonces, estamos discutiendo. Hicimos una reunión de preparación aquí en Ceará, en el municipio de Caucaia, en 1993, con representantes de 8 países, para preparar el encuentro que sería realizado en 1995, lo que al final no ocurrió en razón de la Conferencia Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para Mujeres, que se realizó en el mismo periodo. Por lo tanto, el primer encuentro sólo ocurrió en 1996. Nosotros asumimos todo el proceso de organización, de articulación, de movilización de recursos, de colaboraciones con otras instituciones sindicales, organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales. Y fue muy compensador ver a las trabajadoras rurales de nuestro continente reunidas aquí en nuestro estado, al calor de 40 grados, las mujeres peruanas, bolivianas con aquellas ropas de tejido de lana caliente, que es parte de su cultura, del clima de su país. Eso fue muy importante.
El primer encuentro fue aquí en Ceará y el segundo fue en México, del que yo también participé como invitada. Me siento muy feliz de contribuir en este proceso, en la medida de lo posible, y de seguir aprendiendo con las compañeras. Yo creo que no me voy a morir tan pronto y voy seguir contribuyendo dentro de mis posibilidades, de mi capacidad también y con certeza voy a seguir aprendiendo. Entonces, creo que la historia es más o menos esa. Yo vengo de dentro del movimiento social y político desde que yo tenía 16 años más o menos, ¿ya hace cuánto? 51 años, ¿verdad?
¿Con qué esperas que la Red contribuya para los movimientos de las mujeres? Y un mensaje final tuyo para que encerremos nuestra entrevista.
Margarida – Cuando nosotros empezamos a discutir la Red LAC era en la perspectiva de unificación de las mujeres trabajadoras rurales del continente latinoamericano y caribeño. Y yo creo que ese es el sentido de la existencia de una red. Una red es un lugar para nosotras, una red es donde nosotras mecemos a nuestros hijos, donde descansamos. Una red de tejidos aquí. Y esa Red es una red enorme, la Red Latinoamericana y del Caribe de las trabajadoras rurales. Una red grande y que tiene que abrigar a esas mujeres. En el sentido de discutir su cultura, su pluralidad femenina, sus dificultades, pero también sus sueños, sus alegrías. Y sumar – yo creo que eso es importante. Tenemos mucho en común. La cuestión del semiárido no es sólo de Brasil, del Nordeste brasileño, hay muchos países de nuestro continente que tienen región semiárida. Nosotros tenemos trabajadoras rurales en condiciones muy parecidas a las nuestras en todo el Brasil.
Y esa Red, yo creo que tiene un papel importante en mantener esa articulación, en ampliar dentro de lo posible esa articulación y juntar, reunir el mayor número de mujeres posible en cada país. Que cada país también tenga ese papel... no sólo aquí está la Red en sí, porque la Red no existe si no está esa articulación. Entonces, cada país que está en la Red debe articular dentro de su país y ampliar ese espacio para socializar unos con otros. Porque hoy en día es imposible hacer cualquier acción si no se está articulado, si no es en colaboración. Para que tengamos complementariedad en todos los procesos de trabajo - social, político, cultural - que tenemos, debemos establecer cooperación, socializar experiencias y aprovechar la extraordinaria riqueza cultural que nuestro continente posee. Y el escenario político apunta con cosas interesantes. Nosotros reelegimos a un presidente del pueblo, Lula. Vamos a ver cómo será el proceso de gobernabilidad, porque no es fácil administrar un país del tamaño del nuestro, con las dificultades y los problemas que nosotros tenemos y las alianzas que hacemos. Elegimos, reelegimos el presidente de Venezuela, de Nicaragua, del Perú, de Bolivia... Nuestra América puede tener muchas otras posibilidades y las mujeres también pueden tener un crecimiento mucho mayor si nosotros también sabemos exigir de nuestros gobernantes una mirada nueva hacia el campo, hacia la zona rural y, principalmente, hacia las mujeres y hacia la juventud.
Y mi mensaje es de optimismo, porque yo creo que la Red tiene un papel importante y que debemos darnos las manos, debemos unirnos para sumar. Sumar las fuerzas de articulación con otros movimientos, con otras ONGs, con otras redes. Para que podamos tener una política, un espacio de reflexión, de encuentro, de amorosidad bien firme y consolidada en nuestro continente.
Gracias, Margarida, por tu colaboración, por esta entrevista que acabas de concedernos. Agradecemos desde el corazón. Es una colaboración más tuya en la Red y para la Red; de nuestra parte, muchas gracias.
Margarida – De nada, Nazaré, el placer ha sido todo mío. Yo soy un pedazo de esta Red. Yo me siento un pedazo de esta Red. Por lo tanto, yo formo parte de su cuerpo. Espero seguir mientras me sea posible. Yo deseo de corazón una Navidad bien bonita para todos: para los brasileños, para las brasileñas, para el pueblo latinoamericano y caribeño.
Y para ti también, de nuestra parte te deseamos todo eso. Sé que estás cansada, acabas de salir de una fiesta que también ha sido muy cálida, muy buena. Mejor aún ha sido tu participación. Gracias por tu disposición.
Margarida – ¡De nada
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